Internacionalización: ¿Cómo es posible que algunas empresas tradicionales sigan creciendo en un entorno tan difícil?
El entorno empresarial es cada vez más complejo. Conviven empresas muy pequeñas con grandísimas corporaciones tecnológicas que, sin disponer de producto o servicio propio, tienen una enorme capacidad de acceso a recursos y a los consumidores.
Según el Instituto Nacional de Estadística, el 99,88% de las empresas españolas son PYMEs. Muy pocas se escapan de la amenaza de competidores procedentes de países emergentes o de la agresividad en canales y precios de las multinacionales. Y, si esto es así, ¿cómo es posible que algunas empresas tradicionales sigan creciendo en un entorno tan difícil?
Evidentemente, no hay un patrón que pueda ser aplicado a cualquier tipo de negocio, pero sí vemos rasgos comunes entre esas PYMEs que sobreviven a las crisis y crecen en los momentos de mayor estabilidad económica.
Desde mi punto de vista, todas ellas fundamentan su estrategia empresarial –a escala de su tamaño- en la formación de sus equipos, en fomentar la cohesión de la plantilla, en la internacionalización de parte de su cadena de valor y en la constante innovación de procesos, productos y servicios.
La internacionalización es, pues, una herramienta básica para el crecimiento y un salvavidas para muchas empresas. Y, sin embargo, nuestro país todavía adolece de falta de personal multicultural, capaz de tomar decisiones desde una visión internacional del negocio, las cuales afectarán a toda la organización. Porque ya no se trata de enviar a una feria, sin más, a ese empleado/a que habla inglés, a ver si tiene fortuna y consigue algún comprador...
La intensidad competitiva actual nos obliga a decidir, desde el lugar donde obtenemos el conocimiento o la materia prima, hasta la idoneidad del cliente que nos puede comprar el servicio o producto final, pasando por el diseño, la elaboración o transformación, la logística, el cobro, la relación con las aduanas, las repercusiones fiscales de cualquier operación, la normativa aplicable, la gestión administrativa, los contratos con intermediarios, las herramientas de marketing más adecuadas y un largo etcétera. Sin una buena formación, es comprensible el temor de algunos directivos ante situaciones que no se saben manejar y, además, podrían ser costosas.
Pero la globalización ya no tiene marcha atrás. Resulta, pues, imprescindible formar a directivos que sepan caminar hacia la internacionalización para hacer frente a los retos del entorno, que transformen lo que creían amenazas en oportunidades para sus empresas y, desde luego, para sus carreras profesionales.
Directora Máster en Gestión de Negocios Internacionales